Las partes de un todo

Este proyecto surge de la imponente imagen que me fue relatada sobre los cambios que se producen en nuestras costas durante los años cincuenta. Las dunas existentes en esas épocas fluctuaban con el viento y transformaban el paisaje, tapando todo lo que se construía con intenciones de colonizar el espacio. Los pinos marítimos y las acacias fueron la solución importada para ese problema: frenaron ese movimiento natural, e inmovilizaron las dunas.

Un grano de arena tiene el poder de cruzar nuestro planeta y unirse a una masa más grande, más potente y arrasadora, que es capaz tanto de tirar construcciones así como de generarlas (casi todo lo que nos rodea contiene arena: el cemento, el vidrio, el asfalto…).

Esta noción despertó en mi la curiosidad por conocer más sobre los viajes que realiza el sedimento, cómo pasa de ser una roca, un fósil o un meteorito, a erosionarse en el correr de los años con ayuda del viento, el sol y el agua, para finalmente transformarse en granos pequeños.

En las distintas capas rocosas existentes en el manto terrestre podemos descubrir los grandes eventos a escala global que marcan nuestro pasado y presente, por lo que contienen información vital para entender nuestro lugar en el universo.

A partir de la reflexión inicial pongo el foco en este elemento primitivo, que al igual que nosotros, forma parte de algo más grande.

Según Bert Helinger las constelaciones familiares se basan sobre todo en la concepción sistémica del ser humano, a quien considera parte de una trama vincular-familiar, social, cultural, espiritual, que comienza a tejerse mucho antes del nacimiento. Esa trama condiciona la vida, la forma de ver el mundo y de actuar en él. De la misma manera que pertenecemos a un clan -un núcleo familiar- un grano de arena pertenece a una duna, a una piedra, y su movimiento se ve afectado por el conjunto del que es parte.